12 de marzo de 2009

Sobre la inmortal Rita Macau en la poesía de Luis Alberto de Cuenca

Rita murió en accidente de tráfico un día de diciembre de 1970. Era, por lo que me ha contado mi amiga Carmen Gallardo, profesora de filología clásica en la Universidad Autónoma de Madrid, una mujer de piel muy blanca. Ella es una de esas personas a las que no conoces pero que te llaman la atención. Antes de todo ello me preguntaba: ¿quién fue esta muchacha en la vida del poeta que hasta nuestros días le ha dedicado tantos versos? ¿Por qué su ausencia despierta tanto interés en un filólogo del siglo XXI? Rita Macau Fábregas nació hacia 1950 o 1951, algo inexacto porque no he querido preguntar sobre la edad de una persona que será eternamente joven. Estudió en el Colegio Loreto, en pleno corazón del barrio de Salamanca, y en una actividad teatral conoció a un muchacho que, con el tiempo, ser haría imprescindible en las letras españolas finiseculares: Luis Alberto de Cuenca. Fueron novios tres años, hasta que ella tuvo que marcharse a Cataluña, a Rosas (Gerona), lugar del que provenía la familia. Un día de 1970, como he señalado, su coche se estrelló y falleció. Su nombre, no obstante, permanece en la mente de todos aquellos que leen los poemas que le ha dedicado su novio. Me parecía importante que la historia de Rita y, por añadidura, lo que lleva de estudio y exégesis aquello que en la poesía se le refiere, no pasara al olvido, que la gente lo sepa, que otros estudiosos tengan como referencia que una mujer que murió hace casi cuarenta años está viva, al menos poéticamente, que es una musa, que es uno de esos seres humanos que nunca se olvida. Como me demostraron Carmen y Luis Alberto aquel día de enero de 2009 que comimos juntos y dedicamos parte de la sobremesa a ella: a la joven con la que habían compartido un momento de su vida y sobre la que yo iba a trabajar. ¿No os ocurre que, aunque pase el tiempo, hay personas a las que no podéis olvidar? Cosa de la memoria.

4 comentarios:

Delfin Córcoles dijo...

A veces tendemos a idealizar. ¿A quien mejor que a alguien que ya no podrá frustrar esa idealización?

Miguel A. Pazos Fernández dijo...

Sólo se muere cuando los demás te olvidan.

Unknown dijo...

Un pequeño detalle, el segundo apellido de Rita es en singular... “Fábrega”.
Un hermano suyo, me ha comentado que le de las gracias por este grato recuerdo.

Unknown dijo...

Con el paso del tiempo todos nos olvidarán, cuando ya no estemos.