26 de septiembre de 2011

"La presentadora del telediario"



Desde que soy un adulto responsable, en la medida en que un tipo de letras es responsable, me fijo mucho en las penurias que anuncia el telediario; qué se le va a hacer, alimentan el morbo y luego a mí eso me sirve para escribir, o en el bar para decir "anda si esto sigue siendo la España profunda", mientras la parroquia habitual bosteza ante el partido de fútbol o los toros.


Tenía que participar en aquel programa de debate sobre los efectos de la lectura en el lenguaje de la calle. Vamos, un rollo que no se iba a tragar nadie, pero como siempre anda uno tieso se deja ver y se gana unos eurillos. Dos o tres escritores, algún periodista, el académico que sentencia el último y el presentador, que cuando más lúcido estás manda irse a publicidad y te quedas pasmado viendo un anuncio de detergente o de un coche, de esos que sale una señorita casi sin ropa y que no sabes qué anuncia. Reclamos machistas, of course.


Iba corriendo por el pasillo y vi a la famosa presentadora del telediario, pero no le di importancia: su cara me sonaba ciertamente de verla cada sobremesa en la pequeña pantalla, con esa dicción perfecta que tiene y el remate emotivo del final de la noticia, antes de dar paso a la imagen. Total, que me fui al plató y no le di más importancia que la de haberme encontrado con ella. Y cuando todo aquello hubo concluido, me volví a casa.


Pasé mal la noche. La muchacha me vino varias veces a la cabeza, me quitó literalmente el sueño. Me quedé en blanco. Intenté recordar y la única respuesta fue que únicamente la había visto en la televisión. Hasta que... El subconsciente en duermevela me hizo recordar una joven que vivía en mi edificio, a principios de los años 90; una chica espigada, delgada y con algunos granos de pubertad en la cara... Alguna vez hablaba con ella en la tienda de golosinas, pero un año de aquellos su familia se mudó y no la volví a ver. Ahora era la presentadora del telediario.

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