28 de agosto de 2012

"A quemarropa"


Más que los disparos fueron sus palabras, a quemarropa. La época fue propicia para todo tipo de engaños, para cualquier transacción de información de la que uno quisiera sacar partido, para vender el pellejo al mejor postor. La verdad es que aquel París ocupado por los nazis se prestó a todo ello y yo, como buen observador, anoté cuanto vi para luego escribirlo; aún hoy jamás lo he hecho. Me da igual si ella tenía o no tenía un arma, si su intención no era belicista sino vivir la vida en un tiempo que podía hacer que el mundo acabase en poco tiempo; el caso es que tanto los parisino como la resistencia y cuantos la conocían la odiaron desde el principio: nunca se paga ser independiente sino con la vida o con el ostracismo. Creo que fui el único que no se enamoró de ella -y motivos hubo para lo contrario- pero también fui el único que sintió piedad por ella, sobre todo en su último instante. Cuando los aliados entraron en París y escuché a Charles de Gaulle en la radio supe que tenía que hacerlo, sacarla de allí: que uno sienta indiferencia por alguien por quien ha sentido antes amor es un pecado minúsculo si esa persona está al borde de la muerte. No me sirvió de nada: cuando llegué a su casa ya la habían prendido para ejecutarla y un partisano a quien más o menos conocía se acercó a ella, con el revolver, lo posó sobre su cabeza y disparó a quemarropa...

Ahora hay días en que ni siquiera pienso en ella, luego estoy vivo.

5 de agosto de 2012

"Tacones"


Esta mañana, junto al café de Starbucks, pensaba que aunque uno habite Nueva York y duerma con una mujer joven y despampanante al lado, la ciudad es tan enorme y tan temeraria que hay que madrugar y recorrerla. Me gusta, lo sé, perderme por Brooklyn y mirar fíjamente a la gente; ir detrás de los pasos de los más comedidos y de los más lanzados; acercarme a esos recoletos parques de la City -ciudad de ciudades- en donde patinan los más pequeños mientras las mamás leen una novela sentadas en el césped: por cierto, un césped bien cuidado y sin las inmundicias de perro que uno halla en los parques de Madrid, por ejemplo. Cuando Ella me ha llamado ("Hey, boy", es su saludo matinal) para tomarnos juntos el café y abandonarnos al olvido, yo ya había ojeado el New York Times y había pateado Manhattan como si fuera nuevo o como si fuera tonto. Una de dos. No hay mejor mujer que la que uno no conoce, como ella, a pesar de que ya la voy conociendo, me voy acostumbrando y... Pero lo que más me gusta de ella son sus largas piernas y esos interminables tacones.

1 de agosto de 2012

"Una mujer compleja"


Ir a Hollywood o a Los Ángeles detrás de Charlize es toda una odisea. Bien es cierto que es la mujer más hermosa que he conocido -en el rodaje de En el valle de Elah- y que mis guiones siempre están pensando en ella como actriz, pero de ahí a invitarla a una cerveza en Murphy's o cualquier otro garito es un paso d-e-s-c-o-m-u-n-a-l como decía aquel maestro, lento pero seguro. No es que le tenga miedo ni que piense que no soy lo suficiente man para ella; solo que cuando uno se enamora hasta las trancas y la mujer es tan compleja como Charlize, pues... Y claro, ¿cómo viajo junto a ella a España? ¿Cómo la introduzco en una sociedad tan diferente? Yo me abstraí a la Quinta Avenida de Nueva York, con Philip Roth y sus novelas, así que no creo que sea tan complicado pasear por la Gran Vía y leer a Javier Marías -bueno, esto último sí-. Doy demasiadas vueltas, sí, cierto, demasiadas... muchas, no sé... Pero Charlize merece la pena... ¿o no?