27 de diciembre de 2016

Mirar la realidad

En el lugar pido al barman un Martini Vesper; en la barra hay soledad, la mía y más allá dos amigas que se hablan de su pasado; el tipo de la pajarita revuelve, no agita el combinado, como debe ser. La realidad no es siempre como la tele pronostica, ahora que acaba el año: la realidad es una mezcla insulsa de amores y desamores, viajes y rutinas, gente que fue y gente que vino, mensajes sin contestar y gente que te escribió con amor, cariño o amistad o a desgana, qué sabemos; jugaste a la lotería y no te tocó, lo más normal del mundo también. Lo único extraordinario quizás sea la poesía, la sonrisa de los adolescentes en los pasillos, la mirada hermosa e inocente de alguna persona interesante, los cafés con la sonrisa dibujada en la espuma, la risa de alguien del curro... Cuando salgo a la calle, bajo cero y ajusto la solapa del abrigo a mi cuello, se me cruza una pareja adolescente que se besa, también lo habitual a su edad; camino unos pasos y caigo en la cuenta de que hay gente que no llega a fin de mes, niños en riesgo de exclusión, políticos inoperante, desamores, parejas que se rompen, letras impagadas, planes que se cambian... o se rompen. Y, claro está, alguna sonrisa, un abrazo gordo, gente que sonríe como norma, trabajadores que cobran poco por hacer muy bien su trabajo y la tierra que gira, il mondo, con o sin Jimmy Fontana, el pobre, que nos dijo que esto es estar vivo y salir en la foto. Me paro en un escaparate, la chica rubia de al lado se mira lo guapa que va (a una fiesta, a una cita o de regreso a casa); la miro, sonríe y contemplo mis canas; en definitiva, pienso que me hacen bien: ahora le echaré la culpa a la edad. ¡¡¡Taxi!!!

19 de diciembre de 2016

Encuentros

Las casualidades, aunque no existan, se producen. Cualquier día toma uno un tren para dar una conferencia en una pequeña ciudad del interior, por ejemplo, o se va de compras a una gran superficie... a veces, incluso, tomas unas vacaciones no precisamente en un lugar cercano y es entonces cuando se produce: el encuentro, la vuelta a verse. Todos pensamos que cuando rompemos con alguien (sea amiga, amante, compañera de estudios, de trabajo o de pandilla, qué más da) difícilmente volveremos a verla, porque se pone todo el empeño en la ruptura, hasta que... un día uno va a entrar en el AVE y allí está, por ejemplo. ¿Un beso, la mano, un hola, nada, una mirada, me espero a que me diga algo, me hago el indiferente, o el distraído, muestro frialdad? Lo digo así como si me pasara todos los días, pero no, realmente le ocurre a todo el mundo todos los días, realmente es algo propio del ser humano... dejo la cajetilla del tabaco, cojo una pluma, apunto, borro, pienso en la mayoría de los que me han contado algo y, de pronto me digo: "y si va con otro, ¿me hago el europeo o sigo siendo español?

11 de diciembre de 2016

Desafíos

Ayer, un desalmado propinó una patada a una muchacha en el metro de Berlín, sin motivo ni razón; la joven cayó varios peldaños frontalmente y el delincuente aún es buscado por la policía. Viendo eso, que hiere la razón, recuerdo que el continente europeo ha vivido en cien años dos guerras mundiales, la segunda tan atroz que uno de los bandos alentó hasta el exterminio; nuestra Europa ha padecido varias dictaduras -dos de ellas, largas, en los países de la Península Ibérica-; además, el continente de la actual UE ha sufrido varios golpes de Estado, atentados terroristas y recesiones económicas... Tras el Brexit, el auge del populismo -de derechas y de izquiedas- y los discursos extremistas creo llegado el momento de aminorar el discurso económico de las élites que han (mal)gestionado la crisis y se debe afrontar un discurso de covivencia, sin miedo ni esperanza quizás -como decía el viejo presidente italiano Sandro Pertini-, pero humano, para reconfigurar el espacio en que queremos vivir. Europa ha sido modelo de civilización, en cuanto a convivencia, desarrollo humano -aquí se dieron las primeras universidades, por ejemplo- y lucha contra el atraso y la opresión. Ahora, cuando se oyen y son seguidos discursos excluyentes -hasta a hablar con otros se niegan quienes capitalizan esos votos-, debemos defender nuestro espacio, el lugar en donde queremos vivir y recibir a quienes nos visiten. Este es el mismo espacio que con "sangre, sudor y lágrimas" (Winston Churchill) barrió al fascismo... y al comunismo; el mismo espacio que, de la mano de Adolfo Suárez en España y de la Revolución de los Claveles en Portugal, demostró que se puede pasar de la dictadura a la democracia sin derramar sangre. No podemos ni debemos resignarnos a los discursos mercantilistas que no ponen cuerpos ni almas a los habitantes del continente, pero tampoco la solución son los populistas que regalan palabras, escatiman hechos y reducen la realidad al 'conmigo o contra mí'. Bien es cierto que los desafíos son muchos, pero quizás la solución pase, de nuevo, por la libertad que proporciona la Universidad; por el diálogo; por nuevos dirigentes políticos nacidos en los setenta y los ochenta y, para ello, además de votar opciones coherentes, hay que hablar, alto y claro. Yo no pienso tolerar ni creo que debamos tolerar que una chica que va a su casa, o a reunirse con las amigas, o con su novio deba sufrir una agresión tan atroz como la del metro de Berlín y que todo quede en olvido, mientras el telediario nos brinda una guerra de cifras que ya produce hartazgo.